lunes, 5 de diciembre de 2016

Calabazas en el trastero: Arañas, de VVAA

Tiene patas, cuatro por costado, y un cuerpo redondo, de abdomen abultado, que se mueve con soltura por mi ojo, como flotando sobre sus patas peludas.


Portada del libro "Calabazas en el trastero: Arañas", de Varios Autores

Editorial: Saco de Huesos

Fecha de publicación: 12/2008  

Páginas: 144 

Precio: 7€ (en papel, 6€ con suscripción)
            2€ (en ebook)





SOBRE CALABAZAS EN EL TRASTERO
Calabazas en el trastero, más que una revista es una antología periódica de relatos, con una periodicidad de cuatro meses. Los relatos están enclavados en el género fosco.
Se hace una convocatoria abierta por parte de la editorial Saco de Huesos y la asociación cultural La Biblioteca Fosca, en la que se propone una temática. Una vez cerrado el plazo de recepción de textos, el jurado elige a los 13 que deben componer la antología. Cuando cada número se pone a la venta, sus lectores están invitados a votar en el llamado premio Nosferatu, el premio al que consideran el mejor relato de la antología.
Ha recibido el premio Ignotus a la mejor revista en 2010 y en 2012.



TRAS LA LECTURA
Ha quedado una recopilación de relatos variados. Los hay de personajes, de atmósfera, de diálogo pero, sobre todo, de arañas. Te rascarás más de una vez pensando que tienes una encima mientras pasas página. Un poco de cada uno:

Strigoi (de Juan Ángel Laguna Edroso) es un relato corto con un único escenario, una taberna, donde todo el peso se sustenta en el diálogo entre dos personajes. Es un diálogo que está a la altura de sostener un relato al que las acotaciones dan ambiente y terminan de redondear para que quede una historia con sorpresa final y una metáfora muy buena entre la araña y otro ser.

El nido se mueve (de Curro Esteves) es un crescendo que termina en pesadilla y, cuando parece que todo ha pasado, llega un final que remata para que todo continúe en el lado oscuro, como no podía ser de otra forma. Es un relato que llega a agobiar y que se lee entre rasconazos y miradas hacia los hombros. Realmente se sienten las arañas.

Fumigator Commando (de Víctor Núñez) es un relato con menos sorpresa. Ya desde el título se ve que va de fumigadores y, aunque se intenta crear algo de misterio, la temática nos deja claro que van a tener problemas con las arañas. A pesar de no tener ninguna sorpresa, se lee bien.

Sobredosis de éxito (de Marco Vualenk) juega a revivir los fantasmas del pasado. Logra crear atmósfera y fluir hacia un final inquietante. Tiene un buen uso del humor negro y se lee con facilidad.

El laberinto de la araña (de José Miguel Vilar-Bou) es uno de los más originales. Me ha gustado bastante esa casa donde se desarrolla la historia y los enigmas que esconde. El final es casi poético. Se llevó el premio Nosferatu (premio de los lectores al mejor relato de la antología).

Monasterio de Cartuja con torre y araña (de Miguel Cisneros Perales) es un relato más bien reflexivo y pausado, escrito con buena mano, donde la araña es bastante original y que logra sumergirnos en ese monasterio.

Omnes vulnerant (de David Prieto) está muy bien escrito y logra agobiar por insistencia con ese tic, tac, tic, tac que aparece cada vez más, tomando cuerpo y cogiendo ritmo a medida que avanza. El final, sin embargo, lo he visto previsible aunque adecuado.

Terciopelo Rojo (de Juan José Hidalgo Díaz) es mi favorito. Tiene una ambientación muy buena. Te mete en la guerra, entre los hombres vestidos de soldado. Está claro que algo va a pasar en el final que chafe al protagonista, pero no por ello se lee con menos ganas por saber qué pasará.

Viespe (de Fermín Moreno González) nos adentra en el mundo grotesco del circo. Muy bien escrito, un relato corto de marginados, de monstruos de circo que se cuidan, se hieren y sirven su venganza fría. A pesar de lo corto que es, sus personajes se hacen palpables e identificables.

Simetría entomológica (de Manuel Mije) presenta un juego de espejos que tiene su gracia, su fino humor negro y, aunque no es nada espectacular, funciona como relato corto. No se cuenta gran cosa, pero destaca la forma de hacerlo, con dos protagonistas que comparten hogar y destino.

Ojos de araña (de Marta Altadill Castillón) logra angustiar. Es de los que lees entre rasconazo y rasconazo, mirando de forma disimulada si alguna araña trepa por tu cuerpo. El final, sin embargo, lo he visto algo contenido.

Cirujano (de Miguel Martín Cruz) tiene un elemento que, para mí, sube enteros a cualquier relato de terror: una niña protagonista. La maldad en los niños es algo que nos perturba. Si añadimos los celos y una mente en la que todo es posible, queda un relato como este.

Tarántula (de Santiago Eximeno) es original por la temática, que realmente no lo esperaba encontrar enlazado con arañas, a pesar de que haya precedentes; y por el narrador en segunda persona que, aunque conforme pasa el relato parece que no tiene mayor importancia, cuando revela su identidad es otra pieza más que encaja en el universo donde todo se desarrolla. Un muy buen cierre, sin duda.

Queda, en conjunto, una antología bastante uniforme en cuanto a calidad y que explora bien a esos bichos que habitan en nuestras viviendas aún a nuestro pesar. De hecho, creo que voy a dar un repaso ahora mismo a los rincones...