jueves, 12 de marzo de 2015

La evacuación, de Carlos Almira

Entonces se produjo la escena que ya hemos descrito: un hombre grueso, corpulento, interrogaba a un muchacho que no apartaba la vista de la puerta, donde se apostaba El Monstruo con algo que parecía un fusible fundido, y un trozo de cable quemado en la mano.


Portada del libro "La evacuación", de Carlos Almira

Editorial: Nowevolution
 
Fecha de publicación: 2010
 
Páginas: 208
 
ISBN: 978-84-938266-8-0
 
Precio: 15,25€ paper-book/0,99€ e-book



SINOPSIS
La historia comienza con la visita de un inspector a un instituto de pueblo. Esta situación tan cotidiana, nos hará conocer a algunos de los pobladores del instituto, como el director, el conserje, alumnos y la realidad en la que conviven en el centro educativo.



AUTOR (mini biografía extraída de Anika entre Libros)
Carlos Almira es doctor en Historia. Ha publicado Issa Nobunaga (2009) y La evacuación (2010), ambas con la editorial Nowevolution.


TRAS LA LECTURA
Compré este libro porque se vendía como una historia humorística que a la vez tenía crítica hacia el sistema educativo y, además, con conocimiento interno de ese sistema educativo por parte de su autor. Tengo que decir La evacuación me ha decepcionado.

Es cierto que las novelas de humor y yo nos llevamos bien rara vez, pues suelo encontrar el humor como algo forzado y no como algo natural. El problema en este caso ha sido que  no he encontrado humor. Por ningún sitio.

Cuando uno encara una lectura humorística, espera algo ligero y dinámico, que te haga sonreír desde el primer capítulo, que quizás tenga altibajos, pero que tenga un tono de comedia o quizás de humor irónico y, a ser posible, que te haga soltar la carcajada mínimo una vez. Hasta ahí lo que esperaba. Ahora lo que he encontrado.

Al empezar me encontré con un estilo en el que el autor se nota que conoce y maneja bien el vocabulario, pero que opta por un estilo recargado, primando mucho las descripciones por encima de la acción en sí. El problema es que la mayoría es relleno. Son descripciones o escenas que no ayudan a ambientar, sino que ralentizan en exceso y no nos dan información que sirva realmente. Hay escenas en las que un personaje imagina algo y que llenan más de medio capítulo. En algunos capítulos, además, el estilo no acompaña al personaje. No se hace creíble que Jennifer (capítulo décimo primero), a la que se presenta básicamente como a una "choni" que está o bien fumando porros o relacionándose con su chico, piense así: "La mayoría de la gente vivía para rellenarse, tejiendo su propia mortaja paciente y soñadoramente; a lo largo de años grises que se deslizaban, tras el señuelo del éxito, hacia la muerte. Su Tabu, por el contrario, había sido hecho de una sola pieza, de una vez para siempre, como la muerte misma". Esos pensamientos quedan algo grandes para un personaje así.

Por ejemplo, los tres primeros capítulos, que son un 17% del libro (según mi e-reader), son para contar que el bedel del instituto ha pillado a un chico haciendo una trastada y lo lleva al despacho del director. Una vez allí, llega un inspector que interrumpe la reunión, situación que el chico aprovecha para escapar y el bedel para perseguirlo. Luego, director e inspector se miran uno a otro sumidos en sus pensamientos. Ya está. No hay más. Párrafos y párrafos se suceden para contar esto. Y no hay chistes, gags ni gracia alguna.

He pensado varias veces en abandonar la lectura, ya que hay muchos libros por leer y este no me estaba gustando nada. Si no lo hice fue porque tenía la esperanza de que la cosa mejorase y, también, porque no quería reseñar algo que no me hubiera leído completamente.

¿Mejora la cosa? No. La historia avanza desde el realismo hasta una fantasía esperpéntica en la que todo se llena de mierda (sí, literalmente), que tomo como una analogía crítica y ácida que ha querido hacer el autor hacia el sistema educativo. Sin embargo, los capítulos se han sucedido sin conseguir sacarme una sonrisa siquiera. Cada uno centrado en un personaje, cada uno lleno de ese relleno que me hacía pensar que me estaban tomando el pelo. Hasta que llegué al capítulo noveno. 

¿Y qué hay en este capítulo? Algo incomprensible y que rompe la monotonía para empeorar el conjunto. De repente el autor cambia el estilo e introduce un capítulo escrito casi en un pseudolenguaje compuesto por localismos que, si bien incluye un apéndice con todos los términos, rompe mucho el ritmo de la lectura tener que estar buscando palabras en cada frase. Y es incomprensible, porque si todo el libro estuviese en ese tono, tendría su sentido, pero no lo tiene el meter un capítulo en mitad de todos escrito así, por mucho que el personaje que se presente, tenga esa forma de hablar (una cosa es meter la forma de hablar en los diálogos, y otra hacer toda la narración -que no es en primera persona- con ese estilo). Además, el personaje introducido, no aporta apenas nada nuevo a la acción principal. El capítulo deja la sensación de ser absolutamente de relleno.

¿El final? nada destacable y, a esas alturas de la lectura, nada que pudiera remontar la mala sensación que llevaba tras haber leído todo lo anterior. Lo único bueno es que sabía que terminaba el libro y me podía poner con otro.

¿Lo recomiendo? Absolutamente no. Me ha aburrido, no me ha hecho sonreír ni una vez y tiene un estilo que no le favorece para nada. La crítica al sistema educativo se centra en las personas y es crítica también a la degeneración de la sociedad llevada al extremo (resulta demasiado catastrofista, no creo que todo sea tan malo). Tampoco propone nada nuevo ni nada para mejorar (hubiera sido un punto positivo). Siento que esta compra ha sido una mala inversión como las que no recuerdo hace tiempo.

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